El libro escrito por Maite Kirch es una joya. Ha hecho una labor encomiable recogiendo dibujos, escritos, palabras… y enlazándolos con la teoría. Da testimonio de diferentes patologías, de su creatividad, del sufrimiento, del caos interno, de la fragmentación del psicótico.
Todo transcurre en la Comunidad Terapéutica de Malgrat de Mar, en la provincia de Barcelona, en la que Maite lleva trabajando desde hace bastantes años.
Como ella dice: “un espacio abierto a la creación e improvisación”. El encuentro con uno mismo y con el otro y, el sufrimiento del desencuentro, también.
Es un lugar donde terapeutas ocupacionales, psicólogos, médicos… aplican su saber con trabajos individuales, en equipo. Talleres de representación y expresión, Asambleas donde se trabaja la llegada y el duelo de las despedidas.
Coordinar y posibilitar una apertura, que algo salga, se dibuje, se exprese, se represente, se hable, circule. Que se escuche y la persona pueda escuchar. Ayudar a que algo pueda ser simbolizado.
Esa invitación a la palabra del que sabe que para ello es necesario que el otro pida, demande.
Para ello debe mantenerse neutral y no responder al pedido del otro como este espera.
¿Qué puedo dibujar? le preguntan; a lo que responde: ¿qué quieres hacer tu?
Pregunta que el neurótico se hace respecto al Otro, esa madre antes de la aparición de la ley, de la función paterna. ¿Qué quiere el Otro de mí?
Al devolverle la pregunta con el ¿qué quieres tu?, le invita a mostrar un deseo y a la vez a reconocer una falta, ya que es necesario que algo falte para poder desear. (Que se produzca la castración simbólica).
En ese “yo quiero” empieza a emerger un deseo. El dibujo como un vehículo de salida que después da paso a la palabra. Pregunta no inocente ya que en la psicosis hay una ausencia de deseo. No hay un cuerpo deseante donde se inscriba la falta. Al no haberse producido la instauración de la ley paterna, (forclusión del Nombre del Padre), la persona no se ha encontrado con los significantes de esa falta (falo). Queda atrapado como complemento de lo que le falta a la madre y eso le mantiene en un estado de fusión indistinta con ella que le imposibilita disponer de su individualidad.
La pérdida del paraíso mítico, esa relación de fusión inicial con la madre, es lo que hace que los hombres puedan hablar.
En la psicosis, el discurso del padre no está sostenido, validado por el deseo materno, por lo que la relación, al faltar este tercer elemento, se reduce a una relación dual: madre-hijo, donde el niño queda identificado a lo que le falta a ella, queda adherido a la madre como si de uno de sus órganos se tratase. Es decir, no se ha podido inscribir en una dialéctica triangular.
El psicótico tiene un cuerpo con el que no sabe que hacer, no puede acceder a la unidad corporal (falla el estadio del espejo). Pueden aparecer trastornos de la representación interna del cuerpo, vemos delirios hipocondríacos.
Por eso pueden oírse y verse cosas como:
-En pacientes que verbalizan: “no tengo cuerpo”
“estoy muerto o hueco por dentro”
-En el libro leemos: pag. 33 “tenía que haber sido un hombre pero me he quedado corto, en un espermatozoide”
-pag. 50: Felipe dice: “un día un rayo separó mi cuerpo, mi mente y mi parte en el cielo y partir de entonces estoy así”.
-pag. 81: “soy un perdido” dice Jaime (despersonalización psicótica)
Dibujos que muestran la fragmentación, la imposibilidad de identificarse a un todo, la dificultad de simbolización:
Dibujos de Hortensia en la pag. 75, otros en las paginas 91, 102, 132…
En la psicosis el inconsciente está al desnudo y lo vuelcan masivamente en sus producciones. Maite ha recogido unos dibujos que lo expresan gráficamente de un modo magistral.
El psicótico puede tender a realizar el corte que no pudo simbolizar. Por eso, a veces, realizan pasajes al acto con auto mutilaciones. Habla con actos. (Van Gogh, se corta una oreja. Esquizofrenia).
Como dice Maite Kirch es necesario conocer y aceptar los límites propios y ajenos. Ello nos enfrenta a la falta y a la posibilidad de trabajar sobre ello.
La cura progresa a través del lenguaje. Escuchar el delirio, permitirle expresarlo, invitando a la producción en palabras, posibilita que se pueda pasar de una metáfora delirante a pequeños delirios.
Maite Kirch ha demostrado ser una experta en ello.
Enhorabuena por tu libro.
Concha Porta
Psicóloga Forense. Especialista en Psicología Clínica.
Valencia, 11/04/2013.